¡En esta casa comemos juntos!

Lo cierto es que todo comenzó por mí.

Me explico, hace años descubrí en la cocina mi mejor terapia anti stress.

En los momentos más difíciles y de mayor incertidumbre entrar a la cocina era (y sigue siendo) como tomar el control de la situación y a la vez desconectarme y dar rienda suelta a la creatividad.

Lo que no sabía es que esta terapia tenía un efecto colateral: nos reunió como familia alrededor de la mesa, ya que obviamente todo lo que cocinaba había que comérselo.

Y así, sin proponérnoslo se creó un hábito hoy más fuerte que nunca.

Actualmente ya todos en casa conocemos bastante más sobre los beneficios de comer juntos  porque lo hemos experimentado a lo largo del tiempo, razón por la cual somos defensores de esta costumbre y nos preocupamos porque se mantenga.

Te preguntarás ¿pero que de particular tiene que nos sentemos en la mesa a comer juntos?

Pues mucho, el Centro Nacional de Adicción y Abuso de Sustancias (CASA, por sus siglas en inglés) de la Universidad de Columbia dice que cuanto más a menudo los niños cenan con sus padres, es menos probable que fumen, beban o usen drogas ilícitas, ¿interesante no?

El centro comparó a los adolescentes que cenaban en familia cinco o siete veces a la semana con aquellos que lo hacían dos o menos veces.

Los que comieron juntos con más frecuencia tuvieron cuatro veces menos probabilidades de fumar, 2.5 veces menos de usar marihuana y la mitad de las probabilidades de beber alcohol.

Adicionalmente, los estudios de CASA revelan que los adolescentes que regularmente cenan con sus familias también tienen más probabilidades de obtener mejores calificaciones y mejorar en la escuela. Mejores notas van de la mano con un menor riesgo de abuso de sustancias.

Otro estudio realizado en 2013 entre estudiantes de secundaria en Nueva Zelandia sugiere que las comidas familiares pueden brindar una oportunidad única para construir familias y jóvenes más fuertes.

Por si aún quedan dudas, otro estudio realizado entre 100.000 estudiantes en 213 ciudades a lo largo de EEUU ha revelado que la frecuencia de la cena familiar es un factor de protección que puede reducir los comportamientos de alto riesgo entre los jóvenes.
Por lo que alienta a buscar formas creativas y realistas para lograr comer en familia y así impactar en el desarrollo saludable de los adolescentes.

Rituales familiares

Comer juntos, alivian el estrés de la vida cotidiana.

Ahora bien,  está claro que sentarnos a comer juntos no causará milagros en las relaciones familiares si mientras comemos surgen discusiones y peleas o  por el contrario, ni nos dirigimos la palabra.
En ambos casos estaremos perdiendo la oportunidad de disfrutar de los efectos positivos de este tiempo tan importante.

Está en nosotros como padres hacer de la comida un tiempo de conexión y comenzar a hacerlo lo antes posible.
Si tus hijos no están acostumbrados a conversar contigo sobre su día cuando tienen entre 8 y 10 años es más difícil que lo hagan cuando tengan 13 o 14.

Si en tu familia ya existe la costumbre de comer juntos, defiende ese espacio.
Trabaja para que se conversen temas trascendentes, pero también los cotidianos preguntándonos como estuvo el día o sencillamente reír y relajarse juntos.

Pero si no es el caso, entonces comienza hoy. Pon la mesa, prepara una rica comida e invítalos a todos a cenar.

Crear un hábito conlleva tiempo y mucho esfuerzo, pero saber que esto ayudará a fortalecer los lazos y criar hijos más sanos y fuertes no tiene precio.

Patricia Zerpa. @pattycocina

Esposa de @sergionovelli y mamá de 4 hijos. Cocinera por vocación, periodista y creadora del blog juntossabemejor.com